jueves, 21 de abril de 2016

Capítulo 1: Adiós Hogwarts (Parte 1 de 3)

CAPÍTULO 1: ADIÓS A HOGWARTS



No muy lejos de allí, el sol brillaba sobre la amplia cima de una colina,
calentando el temprano aire otoñal e inspirando un coro vibrante de cigarras en la ciénaga y cantos de pájaros en los árboles cercanos. Polillas y abejorros serpenteaban y zumbaban, dibujando patrones invisibles entre las flores.
La sombra de un enorme castillo se extendía sobre la cara de la colina, su contorno resultaba borroso mientras el viento trazaba ondas sobre el césped crecido.
Un chico corría por la sombra del castillo, dejando una estela laberíntica entre la hierba alta.




 

¿Qué estás esperando? gritó el chico, Albus Potter, mirando a su espalda.

—Estás fuera de los límites chilló su hermano James desde cierta distancia, ahuecando las manos sobre la boca—. El campo termi allá atrás, en esa roca grande, imcil. Ni siquiera puedes ver la pelota bajo toda esta hierba.

— ¡Eso es parte del desafío! respondió Albus a gritos, sonriendo ampliamente—. ¿Estamos jugando al futbol mágico o qué?

—No pasa nada gritó la voz de una chica algo más lejos. James miró de reojo y vio a su prima de cabello negro azabache, Lucy, agachada delante de una hilera de árboles jóvenes, deslizándose lentamente de lado—. La meta se ha alejado de él. Estoy intentando mantenerla bajo control, pero es todo un desafío. ¡Oh, ahí viene de nuevo! —Desde luego, los arbolillos que formaban la portería tras ella parecían desplazarse de lado a través de la hierba, caminando sobre sus rces como calamares de madera muy altos. Lucy trabajaba en mantenerlos vigilados mientras al mismo tiempo mantenía un ojo en Albus.

— ¡Estoy solo, Al! —llamó Ralph Deedle, buscando la atención de su amigo y compañero Slytherin. Ondeaba las manos servicialmente. Albus asintió con la cabeza, se gi, y pateó algo en medio de la hierba. Un balón de fútbol gastado apareció momentáneamente mientras trazaba un arco a través del aire. Ralph se preparó para atrapar la pelota, pero ésta nunca llegó hasta él. En vez de eso, danmisteriosamente a la luz del sol y se alejó girando.

— ¡Eeeh! gritaron Albus y Ralph al unísono, mirando en la dirección en la que volaba la pelota. Cayó a tierra cerca de los pies de una chica pelirroja, que corrió a hacerse con ella, ondeando su varita.

¿Estamos jugando al futbol mágico o qué? —aul ella, pateando la pelota hacia el lado opuesto de la colina.

— ¡Rose! Gritó James, corriendo para alcanzar a su prima—. ¡A tu espalda! ¡Es Ted!

Rose se agac mientras de repente una nube de polillas azules se lanzaba volando sobre ella, conjurada desde el extremo de la varita de Ted Lupin. Él aulmientras pasaba corriendo, apuntando el pie hacia la pelota, pero ella fue más rápida con su propia varita. Con un movimiento de muñeca y un destello, trasfiguró una hoja muerta en una cáscara de plátano. Un instante después, el pie de Ted Lupin aterri en la cáscara y patinó, aterrizando en el suelo.

— ¡Buenos reflejos, Rosie! bramó Ron Weasley desde donde estaba, por el



 

momento a un costado del campo—. ¡Ahora tráela a zona protegida! ¡James está sólo! ¡Su guardián todavía está envuelto en ese maleficio de cosquillas! ¡Apunta bajo!

Rose desnu los dientes sombría y pateó la pelota hacia James, quien la atrapó con facilidad y comenzó a maniobrar hacia el afloramiento de rocas que actualmente servía de portería a su equipo. De pie ante la meta, George Weasley, que estaba notoriamente atacado por las cosquillas, luchaba por prestar atención mientras una enorme pluma blanca revoloteaba a su alrededor, rozándole ocasionalmente y haciéndole convulsionarse de risa.

James estaba a punto de disparar a la meta cuando una voz gritó junto a su oído.

— ¡Aaah! ¡A por la pelota! ¡Le tengo! —Cayeron unas sombras sobre él y unas manos le agarraron el cabello y la capa. James intentó espantarlos sin mirar, pero no sirvió de nada. Sus primos más jóvenes, los gemelos Harold y Jules, le rodeaban con  escobas  de  juguete,  agarrándole  y  abriendo  y  cerrando  los  dientes  como pirañas aerotransportadas. James levantó la mirada hacia ellos con exasperación, tropezó con sus propios pies, y cayó a la hierba como un saco de ladrillos. Harold y Jules se miraron el uno al otro por un momento y se zambulleron en la hierba para continuar con su ataque. El balón ro hasta detenerse cerca mientras George se adelantaba corriendo para patearlo.

¡Barricado! —gritó James, agitando las manos mientras Harold le agarraba dos puñados de cabello.

De repente una diminuta pared de ladrillo hizo erupción en el suelo, junto a la pelota, una fracción de segundo antes de que el pie de George Weasley entrara en contacto con ella. La pelota no llegó al pie del tío de James; de inmediato golpeó la diminuta pared, y salió disparada por el aire, formando un arco alto sobre la cabeza de George. Éste incli el cuello hacia atrás para observar. Con un golpe sordo, la pelota botó entre las rocas tras él.

—¡Gol! gritó James, lanzando ambas manos al aire.

—¡Trampa!chillaron Harold y Jules, cayendo de nuevo sobre James y derribándole.

Rose pasó corriendo a James y George, extendiendo la mano para coger el balón.

—La primera regla del futbol mágico es que no hay ninguna regla recordó a todo el mundo, alzando la voz—. James marcó con un hechizo para crear barricadas, y yo hice una asistencia con esa transfiguración cáscara de plátano. Eso



 

son cinco puntos más para el equipo Hipogrifo.

—¡¿Cinco puntos?! Chilló Albus enfadado, trotando hasta detenerse cerca—.
¿Cómo has llegado a ese tanteo?

—Un punto por el gol resopló Rose, haciendo votar la pelota sobre su palma derecha—, dos puntos por cada hechizo.

—Esos fueron hechizos de un punto —arguyó Albus. ¡Yo podría haberlos hecho dormido!

—Entonces  tal  vez  alguien  debería  lanzarte  un  encantamiento  siesta  dijo James,  librándose  finalmente  de  sus  primos—.  Tal vez jugarías mejor en tus sueños, ¿eh?

—Al menos yo no necesito ninguna estúpida pared en miniatura para que meta goles por mí se quejó Albus, sacando su varita—. ¡Tengo la alocada idea de meter los goles con mis pies!

Q pena que los tengas demasiado ocupados metidos en tu boca contrarrestó James, obviamente complacido con su réplica. ¡Pero puedo ayudarte con eso!

Albus vio la intención de James un momento antes de que ocurriera. Se apresuró a alzar su propia varita y ambos chicos gritaron el encantamiento en el mismo momento exacto. Los rayos de magia cruzaron la colina soleada y Albus y James giraron los dos en el aire, impulsados desde los tobillos.

¿Qué está pasando aquí? gritó una aguda voz femenina, vacilando al borde de la furia ultrajada. Todos los ojos se volvieron culpablemente. Ginny Potter, la madre de James y Albus, subía a zancadas enérgicas la colina, aproximándose a la combativa reunión, con los ojos llameantes. La pequeña Lily Potter iba a su estela, ocultando una sonrisa deleitada tras las manos.

— ¡Os he estado buscando a todos! —Exclamó Ginny—. ¡Y aquí os encuentro, en medio de la hierba haciéndoos un asco con las túnicas de vestir! ¡Ronald Weasley!
gri, divisando de repente a su hermano, que intentaba desaparecer. Cerró los puños con fuerza—. ¡Debería haberlo sabido!

¿Qué? —Dijo Ron, alzando las manos—. ¡Estaban aburridos! ¡Yo estaba aburrido! ¡Les estaba... vigilando, asegurándome de que no se metieran en problemas! ¡Además, George también está aquí, por si no te has dado cuenta!

Ginny exhaló cansada y sacudió la cabeza.

Sois los dos tan traviesos como los niños. Todos vosotros, de vuelta al castillo en este mismo instante. Todo el mundo está esperando. Si no nos damos prisa llegaremos tarde a la ceremonia.

A un metro sobre la hierba, James colgaba bocabajo frente a su hermano. Albus sostuvo su mirada y suspi, el cabello negro le colgaba lacio de la cabeza.

—Yo te suelto si tú me sueltas a mí —dijo su hermano—. A la de tres. James asintió.
—Uno...

Liberacorpus —dijo Ted, ondeando su varita. Ambos chicos cayeron del aire y rodaron hechos un lío sobre la colina—. De nada sonrió Ted, guardándose la varita—. Vamos. No querréis hacer esperar a vuestra madre.

El grupo trotó para alcanzar a Ginny mientras ésta volvía a zancadas hacia las verjas del castillo, donde una pequeña multitud se había reunido, vestida como ella con túnicas coloridas, sombreros, chales y capas.

¿Qué aspecto tengo? —preguntó James a Rose mientras cruzaban el césped. Ella le examinó críticamente.
—Luces bien respondió compasiva—. Tu revuelco por la tierra no es rival para el encantamiento laveolus de tu madre. No queda mucho más que una mancha de hierba.

James maldijo por lo bajo.

De todos modos, no sé por qué tenemos que ponernos estas estúpidas túnicas de vestir.  Nadie  sabe  suna  boda  de  gigantes  es  un  asunto  formal,  ¿verdad? Hagrid dice que somos los primeros humanos en ver tal cosa en la historia. Ni siquiera él sabe cómo se supone que debemos vestir.

Mejor prevenir que lamentar comentó Ralph, ajustándose el cuello alto y tieso—. Especialmente con rubias lo bastante grandes como para aplastarte como a un gusarajo.

James sacudió la cabeza.

Grawp y Prechka son nuestros amigos. Eh, más o menos. No nos harían daño a ninguno.

—No son ellos los que me preocupan —dijo Ralph, abriendo los ojos de par en par—. Hablo de toda su familia. ¡Y ese rey suyo! ¡Las relaciones con las tribus de gigantes  son  delicadas  en  el  mejor  de  los  casos!  ¡Me dijiste que  incluso arremetieron contra Hagrid una vez!

Rose se encogió de hombros.

—Eso fue hace mucho. Anímate, Ralph. Apuesto a que se considera de mal gusto matar a los amigos de la novia y el novio.

—Al menos durante la ceremonia —añadió Lucy razonablemente.

Mientras se acercaban a los magos y brujas que esperaban junto a las verjas del patio, James vio que su padre, Harry Potter, estaba de pie cerca de Merlinus Ambrosius, el actual director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Un observador casual podría haber asumido que los dos estaban simplemente esperando, pasando el tiempo bromeando despreocupadamente, pero James sabía que su padre era más listo que eso. El mayor de los Potter y el director habían pasado un montón de rato discutiendo desde ayer por la noche, con voces bajas, ojos vagabundos, vigilantes.

Entre ellos había en el aire una sensación secreta de asuntos de peso y temores cuidadosamente inexpresivos, incluso cuando sonreían. James sabía más o menos de qué se trataba aunque no entendía mucho de ello.lo sabía que fuera lo que fuera, era la razón de que todo en su vida de repente y de forma desordenada girara sobre su cabeza, como el más indiscriminado embrujo levicorpus del mundo. Suspiró enfadado y levantó la vista hacia el castillo, empandose de su visión. La luz del sol relucía en las ventanas y deslumbraba sobre la pizarra azul de las torretas más altas. Lucy se colocó a un paso de él.

—Es realmente una vergüenza, ¿sabes? —dijo ella, como leyendo sus pensamientos.

—No me lo recuerdes mascul él con tono siniestro. Mañana es el primer día de escuela. Ya nos perdimos la selección ayer. Probablemente algún otro haya reclamado mi cama en la torre de Gryffindor.

—Bueno replicó Lucy cuidadosamente—. He oído que tu cama todavía tiene las palabras «Estúpido Potter Lloró grabadas a fuego en el cabecero, aunque ya no brillan. Así que tal vez eso no sea tan malo, ¿no?

James asintió con la cabeza, para nada divertido.

Para ti es fácil. No sabes lo que te pierdes. Lucy se encogió de hombros.
¿Eso lo hace mejor?

Olvídalo dijo James, suspirando—. Volveremos pronto. Probablemente después de las vacaciones de Navidad, como dice papá.

Lucy no replicó esta vez. James la mi. Ella era dos años más joven, pero en ciertas cosas parecía mayor, mucho más madura, extrañamente enigmática. Sus ojos negros eran inescrutables.

—Lucy —llamó una voz, interrumpiendo a James justo cuando abría la boca para hablar. Miró de reojo y vio a su tío Percy, el padre de Lucy, aproximándose, resplandeciente con su túnica de vestir azul marino y su birrete—. Ven ya. No podemos permitirnos llegar tarde. El guía nos está esperando. ¿Dónde estabas, por cierto? No importa, no importa.

Puso una mano alrededor del hombro de su hija y la condujo lejos. Ella se volvió a mirar a James, con una expresión ligeramente sarcástica, como si dijera «Esta es mi vida, ¿no te da envidia?». Percy se reun con su esposa, Audrey, que miró fijamente a Lucy, registrando su presencia por un segundo, y luego volvió su atención a la mujer que estaba de pie junto a ella, que iba vestida con una túnica roja y un sombrero floral bastante riculo con una lechuza viva anidada en él. Molly, la hermana pequeña de Lucy, estaba de pie junto a su madre con aspecto aburrido y vagamente engreído.

A James le gustaba Molly y ambos padres de Lucy, aunque les conocía bastante menos que a su tía Hermione y su tío Ron. Percy viajaba mucho, debido a su trabajo en el ministerio, y con frecuencia se llevaba a su esposa y sus hijas con él cuando lo hacía. James siempre había pensado que semejante vida debía ser excitante viajar a lugares lejanos, conocer a brujas y magos exóticos, alojarse en hoteles grandiosos y embajadas—, pero nunca había pensado que le fuera a ocurrir a él. Lucy estaba acostumbrada, aunque no parecía disfrutarlo particularmente; después de todo, acompañaba a su familia en tales viajes desde que era bebé, desde que la habían traído a casa desde el orfanato en Osaka, antes de que Molly hubiera nacido siquiera.  Había tenido tiempo para familiarizarse tanto con la rutina de viajar que ya resultaba virtualmente tediosa. James conocía a su prima lo bastante bien como para saber que había estado ansiando la consistencia y placentera predictibilidad de su primer año en Hogwarts.

Pensando en eso, se sintió un poco mal por decirle que el viaje venidero sería más fácil para ella. Al menos él había tenido dos años de Hogwarts ya, dos años de clases y estudios, vida de dormitorio y comidas en el Gran Comedor, aunque todo ello hubiera estado sazonado con ciertos eventos bastante espectaculares. Justo cuando Lucy esperaba lograr su primera probada de tales cosas, se lo arrebataban pulcramente  de  las  manos. Considerando la  personalidad de  lniña, era  fácil olvidar que si acaso, ella estaba probablemente más molesta por este asunto que él.

—Bienvenidos otra vez, James, Albus dijo su padre, sonriendo y alborotando las cabezas de los chicos.

James se agac frunciendo el ceño, y se pasó la mano por el cabello, peinándoselo.

Muy   bien   entonce trinó   una   vo de   mujer,   ocultand apenas   su impaciencia. James miró hacia la parte delantera del pequeño grupo y vio a la profesora Minerva McGonagall, recorriéndoles con la mirada con severidad—. Ahora que estamos todos nominalmente presentes, ¿procedemos?

—Abra  camino,  profesora  —dijo  Merlín  con  svoz  baja  y  retumbante, inclinando la cabeza y gesticulando hacia el bosque—. Odiaríamos tener a nuestros gigantescos amigos esperando, especialmente en una ocasión tan transcendental.

McGonagall asintió cortésmente, se gi, y comenzó a cruzar el césped, dirigiéndose hacia los brazos del Bosque Prohibido de más allá. La tropa la siguió.

Poco tiempo después, Ralph hab entre las sombras de los enormes y nudosos árboles.

—Creo que ya casi estamos —dijo, con voz tensa y los ojos muy abiertos.

James levantó la mirada. El sendero curvaba alrededor de una pendiente escarpada hacia una cresta rocosa, y de pie sobre esa cresta, enmarcada entre los árboles, estaba una figura monstruosa e irregular. El gigante tendría cilmente ocho metros de alto, con brazos que parecían una piara de cerdos embutidos en un calcetín y piernas tan gruesas y peludas que parecían ocupar dos tercios del resto del cuerpo. La cabeza parecía una pequeña patata peluda posada sobre el cuello musculoso de la criatura. Iba vestida con metros de arpillera, enormes sandalias de cuero, y una capa hecha de al menos una docena de pieles de oso. Les estudió gravemente mientras se aproximaban.

Maldita sea dijo Ralph con voz alta e inestable—. Sabía que debía haber enviado un regalo.


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